Entre serpientes
Cahir - Killarney
Hoy hemos amanecido listos para el primer desayuno irlandés, y hemos cumplido, con sus salchichas, sus huevos, sus tostadas... Ya sabéis, desayunar fuerte y ya, si eso, hasta la cena. Sí, sí...
La primera parada, el castillo de Cahir, una monada excelentemente conservada y que daba para un buen recorrido, desde las mazmorras a la torre. Los niños han podido ejecutar sus prácticas de tiro, esto son ejercicios y no los de los cuadernos Rubio.
Junto al castillo, un bosquecillo ideal para pasear entre las sombras y dejarse llevar por la evocación de las hadas que, según dicen, han dejado sus adornos por él desperdigados. De vuelta al coche, otro breve recorrido de obras esculpidas en grandes bloques de madera, y a través de la maleza sorprendemos a los concentrados jugadores del campo de golf vecino, que putteaban completamente ajenos a los siglos de historia que les contemplaban desde las almenas vecinas.
De allí, por unas carreteras bastante estrechas y sinuosas, a las cuevas de Mitchelstown, estrechas y sinuosas como la carretera, pero con la ventaja de que no te cruzabas a nadie llevando una casa poco portátil, como nos ha pasado a nosotros en la ruta, obligándonos prácticamente a subirnos por los muros de las fincas vecinas.
Pero, como decía, las cuevas estupendas. Al parecer descendemos hasta sesenta metros de profundidad de los 90 que tiene, y recorremos un kilómetro de sus cuatro, por suelos húmedos y ambientes fríos, que se mantienen constantes hacia los 16 grados todo el año.
Seguimos serpenteando hasta la parada y fonda, comida ligera como la de ayer, y razonablemente buena, aunque sin estridencias. Pero en la fachada del local vecino se aprende una gran lección sobre los detalles, o cómo una simple letra puede suponer una gran diferencia...
Y más carretera a Killarney. Nos ha dado tiempo a pensar mucho en algunas cosas, como lo fantástico, ágil y cómodo que es el coche de alquiler que llevamos, lo razonable que ha sido el volumen de tráfico hasta ahora (aún fuera de los destinos veraniegos principales, hasta que hemos llegado a Killarney), y lo que nos gustan los brocantes de cerrarera, sobre uno de los cuales hemos saltado en rápida maniobra para salir con un par de pequeños detalles (uno de ellos pesado, pero eso sólo será un problema de vuelta al aeropuerto...).
En el B&B, ducha de refresco y a patear al centro, muy bullicioso en esta época del año en que se llena de los amantes del cercano parque nacional que llegan para hacer senderismo, bici de montaña, pesca... y encuentran un sinfín de restaurantes, pubs y mucha otra oferta para cenar, y las calles llenas, y la carretera principal atascadilla. Y nosotros andando, para no acomodarnos.
Cena en un sitio agradable, un poco puesto, donde han destacado mis vieiras con salsa y generosas porciones de ¿bacon? Sí, bastante buenas.
Y de vuelta de nuevo caminando, con el saquito de 14kgs que representa la pequeña, pero es que ya no podía con su alma, siendo la primera en caer, seguida de cerca por todos los demás, y un servidor que apenas sujeta los párpados para terminar estas líneas, literalmente. Esto al volante, me cuesta la vida.
Buenas noch... gggrrrrrrr
Hoy hemos amanecido listos para el primer desayuno irlandés, y hemos cumplido, con sus salchichas, sus huevos, sus tostadas... Ya sabéis, desayunar fuerte y ya, si eso, hasta la cena. Sí, sí...
La primera parada, el castillo de Cahir, una monada excelentemente conservada y que daba para un buen recorrido, desde las mazmorras a la torre. Los niños han podido ejecutar sus prácticas de tiro, esto son ejercicios y no los de los cuadernos Rubio.
Junto al castillo, un bosquecillo ideal para pasear entre las sombras y dejarse llevar por la evocación de las hadas que, según dicen, han dejado sus adornos por él desperdigados. De vuelta al coche, otro breve recorrido de obras esculpidas en grandes bloques de madera, y a través de la maleza sorprendemos a los concentrados jugadores del campo de golf vecino, que putteaban completamente ajenos a los siglos de historia que les contemplaban desde las almenas vecinas.
De allí, por unas carreteras bastante estrechas y sinuosas, a las cuevas de Mitchelstown, estrechas y sinuosas como la carretera, pero con la ventaja de que no te cruzabas a nadie llevando una casa poco portátil, como nos ha pasado a nosotros en la ruta, obligándonos prácticamente a subirnos por los muros de las fincas vecinas.
Pero, como decía, las cuevas estupendas. Al parecer descendemos hasta sesenta metros de profundidad de los 90 que tiene, y recorremos un kilómetro de sus cuatro, por suelos húmedos y ambientes fríos, que se mantienen constantes hacia los 16 grados todo el año.
Seguimos serpenteando hasta la parada y fonda, comida ligera como la de ayer, y razonablemente buena, aunque sin estridencias. Pero en la fachada del local vecino se aprende una gran lección sobre los detalles, o cómo una simple letra puede suponer una gran diferencia...
Y más carretera a Killarney. Nos ha dado tiempo a pensar mucho en algunas cosas, como lo fantástico, ágil y cómodo que es el coche de alquiler que llevamos, lo razonable que ha sido el volumen de tráfico hasta ahora (aún fuera de los destinos veraniegos principales, hasta que hemos llegado a Killarney), y lo que nos gustan los brocantes de cerrarera, sobre uno de los cuales hemos saltado en rápida maniobra para salir con un par de pequeños detalles (uno de ellos pesado, pero eso sólo será un problema de vuelta al aeropuerto...).
En el B&B, ducha de refresco y a patear al centro, muy bullicioso en esta época del año en que se llena de los amantes del cercano parque nacional que llegan para hacer senderismo, bici de montaña, pesca... y encuentran un sinfín de restaurantes, pubs y mucha otra oferta para cenar, y las calles llenas, y la carretera principal atascadilla. Y nosotros andando, para no acomodarnos.
Cena en un sitio agradable, un poco puesto, donde han destacado mis vieiras con salsa y generosas porciones de ¿bacon? Sí, bastante buenas.
Y de vuelta de nuevo caminando, con el saquito de 14kgs que representa la pequeña, pero es que ya no podía con su alma, siendo la primera en caer, seguida de cerca por todos los demás, y un servidor que apenas sujeta los párpados para terminar estas líneas, literalmente. Esto al volante, me cuesta la vida.
Buenas noch... gggrrrrrrr
Ignacio la tía Elvi también te lee ajajajja
ResponderEliminarMuchos besos y pasadlo genial!!!!