Un fuerte, un acuario y otras cosas
Valentia Island - Ballyferriter (Dingle Peninsula)
Hoy hemos rematado el desayuno con un viaje de 2.500 años atrás, cuando fue construido el Fuerte de Cahergall, construcción circular de pizarra bastante impresionante. El muro tiene escaleras por toda su cara interior que permiten ir subiendo y bajando por diferentes niveles, como si fuera una partida del viejo Donkey Kong de los ochenta (millenials, disculpad el críptico lenguaje; sé que este protoelemento de la tecnología no aceptaba likes ni hacía peticiones de amistad...).
Hemos seguido camino a Dingle, donde hemos comido y visitado el acuario. No es espectacular, pero está bien. La experiencia que recordaremos será la de tocar mantas-raya en un tanque, que se acercaban a por carantoñas como delfines bien amaestrados, incluyendo asomar el morro sobre la superficie mientras se impulsan con la cola. Solo podías tocarles en la cala superior, y en general eran muy ásperas, salvo en la superficie de las aletas, que era muy suave. En fin, ha dido gracioso.
A la salida, helado de sea salt en Murphy’s y momentos de desfogue para los niños en beneficio de los adultos en un parque infantil.
Y seguimos carretera (estrecha, como no?) hacia el alojamiento, en cuya puerta nos espera este recibimiento. Parece que la temática ha quedado bastante arraigada en la zona.
Rancho, paseo y se apaga la luz.
Good night.
Hoy hemos rematado el desayuno con un viaje de 2.500 años atrás, cuando fue construido el Fuerte de Cahergall, construcción circular de pizarra bastante impresionante. El muro tiene escaleras por toda su cara interior que permiten ir subiendo y bajando por diferentes niveles, como si fuera una partida del viejo Donkey Kong de los ochenta (millenials, disculpad el críptico lenguaje; sé que este protoelemento de la tecnología no aceptaba likes ni hacía peticiones de amistad...).
En el aparcamiento, un tradicional modelo de negocio turístico que creía superado: un paisano esperaba con el portón trasero de la furgoneta abierto a que algún turista deseara pagar por poder acariciar la oveja que tenía en un cajón de madera dentro del vehículo. Y, ojo, ha tenido clientes (no nosotros). Y el hombre ha abierto el cajón, se ha cargado al bicho en brazos y lo ha tendido al paganini, que ha estirado el brazo para dejar caer con precaución una caricia como si el animal fuera una cobra. Siento auténtica curiosidad por saber la tarifa...
Y de la prehistoria (sigo refiriéndome al fuerte), carretera para ir abordando la península de Dingle, con una primera parada en la playa de Inch, curioso punto de encuentro de domingueros y monitores de surf para principiantes. La playa es bonita, una gran lengua de arena que se mete en la bahía, pero es curioso ver cómo una ancha franja de la propia playa está ocupada por coches en todo su largo, y por grandes contenedores naranjas donde las escuelas de surf tienen su oficina y almacén. Nuestros niños den han dedicado al trazar caminos en la arena con un bastón, y a observar luego divertidos como otros seguían él caprichoso curso de ese camino solo porque sí.
Hemos seguido camino a Dingle, donde hemos comido y visitado el acuario. No es espectacular, pero está bien. La experiencia que recordaremos será la de tocar mantas-raya en un tanque, que se acercaban a por carantoñas como delfines bien amaestrados, incluyendo asomar el morro sobre la superficie mientras se impulsan con la cola. Solo podías tocarles en la cala superior, y en general eran muy ásperas, salvo en la superficie de las aletas, que era muy suave. En fin, ha dido gracioso.
A la salida, helado de sea salt en Murphy’s y momentos de desfogue para los niños en beneficio de los adultos en un parque infantil.
Y seguimos carretera (estrecha, como no?) hacia el alojamiento, en cuya puerta nos espera este recibimiento. Parece que la temática ha quedado bastante arraigada en la zona.
Rancho, paseo y se apaga la luz.
Good night.
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