Giant Ireland

Portrush (y alrededores) I

Hoy ha amanecido un día soleado y radiante, digno de otras latitudes. No podía durar.


El primer destino era una visita obligada, de esas que sirven de portada a la mitad de las guías de viaje. O sea, que casi seguro que íbamos a estar acompañados; y lo hemos estado. Eso sí: la organización es brutal, con un centro de visitantes integrado estupendamente en el entorno, parcialmente subterráneo. Entiendo que es eso por lo que estás pagando cuando te cobran casi 30 pounds la entrada familiar por acceder a ver un fenómeno natural que lleva ahí 60 millones de años.

Las formaciones son bastante espectaculares; en particular resulta increíble que unas formas geométricas tan claras se presenten en la naturaleza a semejante escala. Uno en parte siente la tentación de desconfiar e imaginar en el fondo la mano del hombre por algún sitio. Ahora debería contaros la explicación geológica técnica de la formación de estas maravillas, plataformas de 40.000 pilares de basalto de hasta 12 metros de largo con forma hexagonal, pero es que soy de letras.


Así que os resumiré la leyenda en su lugar:

En esta costa vivía un gigante, con su mujer y su abuela, que empezó a picarse con otro gigante que vivía en la costa de Escocía, a 60 kilómetros. El irlandés decidió pasar a la acción y arrojando rocas sobre el mar formó la calzada, y la recorrió hasta la costa vecina. Cuando vió que el otro gigante era mucho mayor que él, salió corriendo, y se lo contó a su mujer. El gigante escocés le había seguido en su regreso, y llamó a la puerta. La mujer escondió al irlandés en el cuarto del bebé, lo vistió como tal y lo metió en la cuna, y salió a recibir al escocés. Le ofreció té para esperar a su marido, que había salido, pero el escocés oyó ruido e irrumpió ante la cuna, la contempló unos instantes y salió huyendo, destruyendo a su paso la calzada, que el irlandés no pudiera volver a buscarle. Viendo el tamaño del bebé, ¡no había querido esperar a ver el tamaño del gigante irlandés!

Naturalmente, la audioguía incluida con la entrada cuenta estas cosas, y más, maravillosamente.  Hasta que los niños se empiezan a pegar por ellas, rompe a llover como si estuviera el gigante chapoteando en el mar, y toda la concurrencia, que era numerosa, se revoluciona como un hormiguero, con mujeres y niños primero, adheridos al escaso refugio que proporcionan las propias columnas de basalto -para esto han quedado las pobres-. Luego escampa y sale el sol, y las “hormigas”.



De vuelta al centro de visitantes, muchas explicaciones con componente interactivo para los niños, no está mal. Y camino al coche, nuevo aguacero. Y así todo el día.

Después seguimos el recorrido por la costa, que es impresionante, y llegamos al centro de visitantes para el puente de Carrick-a-Rede, portada de la otra mitad de las guías (curioso que las guías de Irlanda dediquen la portada a un destino de Gran Bretaña, como ocurre con la nuestra).

Al puente apenas nos acercamos, porque los siguientes tickets para cruzarlo eran para dos horas después, nos mandaron al aparcamiento más lejano de la placa tectónica euroasiática, y llovía cada 15 minutos. Pero la vista estaba bien; quizás no como para justificar tanto escándalo, pero bueno.


Y seguimos a los Dark Hedges, que en realidad es un tramo de carretera franqueado por hayas centenarias que tienen algo de fantasmagórico, lo que las llevó a aparecer en Juego de Tronos (el “aquí estuvo Ernest Hemingway” de Irlanda del Norte), que a su vez renovó el interés en ellos.


Y de vuelta al pueblo, pasando por el Lidl (es como si ya viviéramos aquí).

Por cierto, esta mañana renovamos nuestros votos con Portrush, y decidimos sacrificar Belfast, pasando aquí la noche de mañana que teníamos pendiente de cerrar. Así que pasado mañana iremos de aquí directos a Dublin.

Nos vemos.

Comentarios

  1. Siempre he tenido ganas de ver esos acantilados y sus formaciones basalticas...

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