Paisajes
Valentia Island
La siguiente parada iba a ser, supuestamente, visitar una fábrica de chocolate, y ya nos imaginábamos ser poseedores del billete dorado de Willy Bonka, y recorrer cada rincón del proceso... pues no. En realidad era más bien un tienda con un mostrador hacia las máquinas montan espectaculares. Pero lo cierto es que el producto estaba bueno, y dada la hora, y en contra de cualquier nutricionista, la comida del día ha consistido en Hot chocolate con tarta. La cena, pescado, prometido.
Hoy, afortunadamente, tocaba día tranquilo. Y es que dormir dos noches seguidas en la mismo sitio cambia el panorama: no hay trasiego de equipajes y reduces los kilómetros del día (salvo que te lo propongas, que todo es posible). Pero el plan consistía en recorrer la isla y sus alrededores, y nos hemos ajustado bastante a él, así que una buena parte ha consistido en disfrutar de unos espectaculares paisajes.
Hemos empezado por un faro situado al norte de la isla, donde además se encuentra una estación meteorológica citada con frecuencia en los partes de la BBC. Tal y donde estamos, es la referencia del tiempo que entra en Irlanda por el sudoeste desde el Atlántico... abrían más tarde, pero hemos cotilleado por los alrededores.
Después hemos ido al extremo Noreste de la isla, a Knightstown, donde hay un pequeño museo de la isla organizado de una manera bastante informal, con muchos documentos simplemente apilados o desplegados para que los consulte el visitante. La isla, para lo pequeña que es, acumula ciertos méritos: por un lado, es el punto al que llegaba en Europa el primer cable de comunicaciones tendido bajo el océano para comunicarla con América en... los 1850s! Jamás hubiera pensado que ya entonces se ejecutó semejante obra de ingeniría. Se ven muestras del cable, de unos 7 cms de sección, y compuesto a su vez de varios hilos de 1/2 centímetro dispuestos alrededor de uno central. Y ves cómo lo instalaban, dejándolo sumergirse poco a poco desde varios barcos. Una proeza para la época realizada por la alianza de varios inversores privados provenientes de diferentes industrias: el cobre, la naviera, la eléctrica... e incluso Samuel F. B. Morse, inventor del código de su mismo nombre y del telégrafo.
Valentia ha sido también un importante lugar de pesca, que guarda unos lazos con España bastante terribles. En una de las salas, entre los documentos, surge una lista mecanografiada en varias páginas prendidas con una grapa por una esquina, y en la primera un título: Relación de fallecidos en el mar en los alrededores de Valentia: no miento si digo que el 80% son nombres españoles (en particular, gallegos) de una relacion que va desde la actualidad, pasando por los años 1950s y 1960s, y llega hasta 308 almas en un navío de la “Armada invencible”. Impresiona ver estos nombres tan familiares, unidos por la desgracia de venir a morir tan lejos de casa, todos ellos pescadores, algunos incluso con la única referencia de “unknown Spanish fisherman”, y otros con su nombre completo, pero con un “No” en la columna “¿Se recuperó el cuerpo?”. Helador.
Por lo demás, en el museo, más peqeñas cosas, incluyendo el mobiliario de la antigua escuela, dado que estaba en ese mismo edificio.
Y luego, una buena ración de acantilados, en gran medida orientados a las Skellig Islands, la mayor de las cuales (Skellig Michael) alberga un antiguo monatesrio con más de 1.400 años de historia, consistente en pequeñas construcciones de piedra situadas en lugares imposibles de la isla poco aptos para personas con vértigo. Se ha hecho famosa por ser el set de rodaje al que el anciano Luke Skywalker se retira de la mundanal galaxia. Hay excursiones en barco para verla y sólo un reducido número de visitantes pueden poner el pie en ella y subir los 600 escalones de piedra tallados a mano por los monjes, pero se requiere buen tiempo y reservar con seis meses de antelación. Fallo en lo segundo. Se puede saber más de las islas en la Skellig Experience, justo al cruzar el puente de acceso a Valentia.
Pero, por lo demás, como decía, mucho acantilado buscando la foto perfecta de la isla, y la del precipicio, y se ha abierto competición.
La siguiente parada iba a ser, supuestamente, visitar una fábrica de chocolate, y ya nos imaginábamos ser poseedores del billete dorado de Willy Bonka, y recorrer cada rincón del proceso... pues no. En realidad era más bien un tienda con un mostrador hacia las máquinas montan espectaculares. Pero lo cierto es que el producto estaba bueno, y dada la hora, y en contra de cualquier nutricionista, la comida del día ha consistido en Hot chocolate con tarta. La cena, pescado, prometido.
De vuelta a la isla pasamos por Skellig Experience y luego más vistas desde la cima de Geokaun Mountain.
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