Palabras mayores
Galway - Clifden
Hoy hemos dejado Galway para adentrarnos en una nueva región. La Lonely Planet dice: “Si te gusta The Burren, te enamorará Connemara”. Flechazo total.
Connemara es un lugar inhóspito, desolado, azotado por una meteorología severa que incluye viento y lluvia, por supuesto, donde la vegetación se limita a una hierba que aparentemente no alcanza la altura de la rodilla. Pero sólo aparentemente, porque en realidad, si te aventuras sin la debida precaución, lo normal es que tu rodilla descienda hasta hundirse en el barro de los importantes humedales de la región. Y es que el agua (no sólo por la lluvia) es el otro ingrediente predominante aquí.
El recorrido en coche atravesando este paisaje es espectacular, y probablemente más en un día plomizo, con lluvia y nubes bajas como hoy. Es como si le diera mayor dramatismo, como el fog al Londres victoriano. Está claro que, dada la estrechez de la carretera, uno no puede parar donde el paisaje le pide, pero aún así lo hace unas cuantas veces, y cada una se protege de la lluvia, se pertrecha de los aparejos, y sale a la intemperia a buscar la imagen que haga justicia al escenario. Y debo reconocer que no la encuentra. Consigue capturar elementos, siempre representaciones parciales muy distantes del todo. Es reconocer la impotencia ante lo absoluto, nuestra pequeñez.
Y por supuesto las ovejas o cabras, siempre indolentes ante el peor de los aguaceros, como recriminándote tu incomodidad bajo una lluvia y un viento previstos, por constantes. “¿Es que no sabías dónde venías?”, parecen decirte entre dientes mientras siguen devorando la vegetación entre sus patas. Y te sientes bastante más estúpido que una oveja.
Sin duda, es el lugar más parecido que he encontrado a las Highlands o la isla de Skye. Y todavía no hemos entrado al parque nacional.
Después hemos llegado a la costa, y, bajo el mismo clima, no difiere mucho, pero se suma el mar y se intensifica el viento. La palabra “acogedor “ no lo describe exactamente... pero es impresionante. Hasta unas sencillas rocas en la playa se convierten en todo un escenario.
(Repárese en los bañistas)
Tras ello, a tomar posesión del apartamento (adecuado, pero nada más) que está en la misma plaza repleta de tiendas y restaurantes, pero parece que con los potenciales clientes a cubierto.
Y la cena, muy buena en el Mannion’s Bar & Restaurant, especialmente el Featherblade de buey irlandés, brutal.
Mañana, más Connemara. No puedo esperar.
Nos vemos.
Hoy hemos dejado Galway para adentrarnos en una nueva región. La Lonely Planet dice: “Si te gusta The Burren, te enamorará Connemara”. Flechazo total.
Connemara es un lugar inhóspito, desolado, azotado por una meteorología severa que incluye viento y lluvia, por supuesto, donde la vegetación se limita a una hierba que aparentemente no alcanza la altura de la rodilla. Pero sólo aparentemente, porque en realidad, si te aventuras sin la debida precaución, lo normal es que tu rodilla descienda hasta hundirse en el barro de los importantes humedales de la región. Y es que el agua (no sólo por la lluvia) es el otro ingrediente predominante aquí.
El recorrido en coche atravesando este paisaje es espectacular, y probablemente más en un día plomizo, con lluvia y nubes bajas como hoy. Es como si le diera mayor dramatismo, como el fog al Londres victoriano. Está claro que, dada la estrechez de la carretera, uno no puede parar donde el paisaje le pide, pero aún así lo hace unas cuantas veces, y cada una se protege de la lluvia, se pertrecha de los aparejos, y sale a la intemperia a buscar la imagen que haga justicia al escenario. Y debo reconocer que no la encuentra. Consigue capturar elementos, siempre representaciones parciales muy distantes del todo. Es reconocer la impotencia ante lo absoluto, nuestra pequeñez.
Y por supuesto las ovejas o cabras, siempre indolentes ante el peor de los aguaceros, como recriminándote tu incomodidad bajo una lluvia y un viento previstos, por constantes. “¿Es que no sabías dónde venías?”, parecen decirte entre dientes mientras siguen devorando la vegetación entre sus patas. Y te sientes bastante más estúpido que una oveja.
Sin duda, es el lugar más parecido que he encontrado a las Highlands o la isla de Skye. Y todavía no hemos entrado al parque nacional.
Después hemos llegado a la costa, y, bajo el mismo clima, no difiere mucho, pero se suma el mar y se intensifica el viento. La palabra “acogedor “ no lo describe exactamente... pero es impresionante. Hasta unas sencillas rocas en la playa se convierten en todo un escenario.
(Repárese en los bañistas)
Y tras comer solo “decentemente”, serpenteamos por alguna carretera olvidada que nos lleve a un rincón apartado de la costa, y a él llegamos justo delante de un hombre que viene a pertrecharse su traje de agua, alcanzar el bote que tiene amarrado cerca de la orilla y salir a pescar. Y uno se queda pensando por qué elige un día tan desapacible; y pronto se da cuenta de que apenas los hay de otro tipo.
Y la cena, muy buena en el Mannion’s Bar & Restaurant, especialmente el Featherblade de buey irlandés, brutal.
Mañana, más Connemara. No puedo esperar.
Nos vemos.
Enhorabuena, me encanta el blog! Me he incorporado tarde al viaje, hace 2 días me di un atracón para ponerme al día... Y ahora estoy enganchado, disfrutando de vuestras andanzas, deseando leer la siguiente entrada de la bitácora. Y a ratos hasta intentando arrebujarme por acto reflejo en un abrigo inexistente.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte!
JL