Trinity Old Library
Dublin II
Malas noticias para desayunar. Kilmaiham Gaol, una antigua prisión dublinesa que, según TripAdvisor, es la primera atracción turística de la ciudad (la recordaréis de En el nombre del padre) requiere comprar las entradas previamente por internet y ya están agotadas las de los próximos dos días. Esto supone, no sólo que tenemos que modificar el plan de la mañana, sino que nos vamos de aquí sin verla. Una pena.
Tampoco prevemos ir al Storehouse de Guinness, porque entre que está más apartado y necesitamos dos taxis, para los niños no va a ser muy atractivo, tememos que sea un centro comercial de la marca y que la cerveza negra no nos priva, no terminan de salirnos las cuentas.
En su lugar, compramos online los tickets para la Old Library del Trinity College para las 13h, y entretanto vamos de tiendas por la zona. Lo más interesante, una tienda de tabacos con una sección a modo de antigua botica donde preparan sus propias mezclas de tabaco de pipa (esa forma de fumar de olor penetrante que se adora o se detesta -a veces, como me pasa a mí, las dos cosas- y que hace que quienes la practican pasen más tiempo probando nuevas esencias que fumándolas realmente). El otro comercio de interés, muy relacionado: A decent cigar, un nombre buscado con un exquisito sentido del humor, y es que imagino (y recuerdo) perfectamente, en muchos lugares, pensar “¿Pero dónde se puede conseguir aquí un puro decente?” Y, para Dublín, esta es la respuesta. Bueno, la mía realmente fue traérmelos, que uno viaja rollo Decathlon pero no es imbécil.
La biblioteca, maravillosa; la visita, decepcionante. La primera, por supuesto, porque es un lugar impresionante, por belleza, por tamaño, y por pensar lo que contiene, manuscritos antiquísimos, auténticas obtas de arte, como el libro de Kells, versión de los cuatro evangelios de mas de 1.000 años cuidadosamente conservado, pero que para la visita no aporta mucho. Porque la visita no hace justicia al lugar: como todo en Dublín, una terrible masificación, y aunque controlan el ritmo de acceso, sigue siendo excesivo, y estar dentro es un poco locura, lo contrario a lo que pide un lugar así. Por eso la visita decepciona. Y no es barata, como no lo han sido la mayoría de este viaje, excepto los castillos de la National Heritage, que, al contrario de lo que decía la web, siempre nos han salido gratis (legalmente, of course).
Pero el lugar, de verdad, una maravilla, que requiere una vista despajada y espacio para ir avanzando con lentos pasos escuchando cada “quejío” de la madera bajo los pies, llevando la mirada de derecha a izquierda para comprobar si, efectivamente, es posible semejande horizonte de libros y más libros. Un lugar hecho para el silencio y la quietud, convertido en aeropuerto. Prentender captar algo de lo que alli hay es como enhebrar una aguja en el Dragon Khan. Otra pena.
Tras la biblioteca, más callejeo y comida aceptable sin más, para más patear, tónica predominante del día, acompañada de chubascos intermitentes y “Papá, aupa”-s varios. Con tiendas de todo tipo.
Hasta acabar en un nuevo parque infantil frente a la casa de Oscar Wilde (él no estaba), con temática de gigantes (aquí los parques hasta tienen temática). A mí una parte me recordaba poderosamente al barco del Hook de Dustin Hoffman.
Y para casa, que los cuerpos están maltrechos. Mañana este viaje toca a su fin, quién lo iba a decir. Pero esa despedida será mañana, no hoy.
Nos vemos.
Malas noticias para desayunar. Kilmaiham Gaol, una antigua prisión dublinesa que, según TripAdvisor, es la primera atracción turística de la ciudad (la recordaréis de En el nombre del padre) requiere comprar las entradas previamente por internet y ya están agotadas las de los próximos dos días. Esto supone, no sólo que tenemos que modificar el plan de la mañana, sino que nos vamos de aquí sin verla. Una pena.
Tampoco prevemos ir al Storehouse de Guinness, porque entre que está más apartado y necesitamos dos taxis, para los niños no va a ser muy atractivo, tememos que sea un centro comercial de la marca y que la cerveza negra no nos priva, no terminan de salirnos las cuentas.
En su lugar, compramos online los tickets para la Old Library del Trinity College para las 13h, y entretanto vamos de tiendas por la zona. Lo más interesante, una tienda de tabacos con una sección a modo de antigua botica donde preparan sus propias mezclas de tabaco de pipa (esa forma de fumar de olor penetrante que se adora o se detesta -a veces, como me pasa a mí, las dos cosas- y que hace que quienes la practican pasen más tiempo probando nuevas esencias que fumándolas realmente). El otro comercio de interés, muy relacionado: A decent cigar, un nombre buscado con un exquisito sentido del humor, y es que imagino (y recuerdo) perfectamente, en muchos lugares, pensar “¿Pero dónde se puede conseguir aquí un puro decente?” Y, para Dublín, esta es la respuesta. Bueno, la mía realmente fue traérmelos, que uno viaja rollo Decathlon pero no es imbécil.
La biblioteca, maravillosa; la visita, decepcionante. La primera, por supuesto, porque es un lugar impresionante, por belleza, por tamaño, y por pensar lo que contiene, manuscritos antiquísimos, auténticas obtas de arte, como el libro de Kells, versión de los cuatro evangelios de mas de 1.000 años cuidadosamente conservado, pero que para la visita no aporta mucho. Porque la visita no hace justicia al lugar: como todo en Dublín, una terrible masificación, y aunque controlan el ritmo de acceso, sigue siendo excesivo, y estar dentro es un poco locura, lo contrario a lo que pide un lugar así. Por eso la visita decepciona. Y no es barata, como no lo han sido la mayoría de este viaje, excepto los castillos de la National Heritage, que, al contrario de lo que decía la web, siempre nos han salido gratis (legalmente, of course).
Pero el lugar, de verdad, una maravilla, que requiere una vista despajada y espacio para ir avanzando con lentos pasos escuchando cada “quejío” de la madera bajo los pies, llevando la mirada de derecha a izquierda para comprobar si, efectivamente, es posible semejande horizonte de libros y más libros. Un lugar hecho para el silencio y la quietud, convertido en aeropuerto. Prentender captar algo de lo que alli hay es como enhebrar una aguja en el Dragon Khan. Otra pena.
Y para casa, que los cuerpos están maltrechos. Mañana este viaje toca a su fin, quién lo iba a decir. Pero esa despedida será mañana, no hoy.
Nos vemos.
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