Y un poco más
Galway
Un poco más de paz. Hoy ha sido un dia tranqui.
Por primera vez aquí hemos disfrutado de un desayuno casero, y ¡en pijama! Gracias a eso, ha sido un poco menos “toque de diana” que los demás días.
Y luego, ducha y puesta en marcha. Y ¡no para subirse al coche! Segunda novedad reseñable: desde casa, caminando. Qué gusto.
Hemos ido primero a ver la catedral, que se encuentra en una de las islas en el río sobre las que se asienta parte de la ciudad. La catedral genera una sensación ambigua: no estoy seguro de si es original o un simple bodrio (desde el punto de vista estético, quiero decir; con todo respeto a la parte de culto). Al parecer es relativamente reciente -acaba de celebrar su 50 aniversario-, pero la planta, la apariencia, la decoración, parecen simular una antigüedad que no tiene. Los muros de piedras perfectamente rectangulares y de un gris ceniza tienen algo que les hace parecer un decorado de Eurodisney. Tengo la impresión de que, para completar una obra así en la segunda mitad del siglo XX hubiera tenido sentido aplicar criterios más actuales, o cuando menos más sencillos. Eso sí, es impresionantemente grande.
De allí, vuelta a la zona más concurrida a través de varios puentes sobre los ramales del río, que en algunas zonas se integra completamente con las casas.
Buscábamos el mercado, con el fin de poder elegir productos ricos de la zona. Pero en lo que consistía realmente era en un callejón con puestos de pretendidos artesanos (más bien de hippies horterillas, en mi opinión). Vamos, que una decepción. Pero los productos que buscábamos los hemos encontrado en una tiendecita al lado - Sheridans Cheesemongers -, un paraíso de quesos, embutidos, patés, verduras, vino... no sólo locales, claro. Y sin las ínfulas de una tienda Gourmet. Un descubrimiento, que luego ha resultado ya habíamos visto en la Lonely Planet y en TripAdvisor. Si es que está todo inventado...
Un perrito (de salchicha local, nada que ver, y con cebolla y 4 salsas, entre ellas una picante y otra dulce), un placaje de quarterback de Carmen a una pobre señora mayor que ha acabado en el suelo (no es broma), una pintita en la terraza de un pub, y mas caminar, que es gratis. Como lo es el conjunto de músicos callejeros que amenizan cada paso.
Pasamos ante el Spanish Arch, en realidad únicos dos vanos de una muralla que sucumbió al tsunami originado por un terremoto con epicentro en Lisboa y que ahora sirve de punto de encuentro de más hippies. Como está junto a la bahía y llevábamos pan, los niños han aprovechado para echárselo a las gaviotas, pero éstas han acudido con demasiado entusiasmo, así que hemos salido pitando. Yo creo que en realidad hemos sido la excusa que las aves llevaban días esperando para atacar a los hippies, pero pueden ser cosas mías.
Hemos bordeado por el puerto para volver a casa, pasando incluso junto a un descomunal barco de exploración oceanográfica, con su minisubmarino amarillo de peli de James Bond incluido. Y de paso por el súper para completar el menú de la especie de comida-merienda-cena que hemos hecho.
Y luego paz. No se puede pedir más.
Mañana vuelve el rock & roll. Nos vemos.
Un poco más de paz. Hoy ha sido un dia tranqui.
Por primera vez aquí hemos disfrutado de un desayuno casero, y ¡en pijama! Gracias a eso, ha sido un poco menos “toque de diana” que los demás días.
Y luego, ducha y puesta en marcha. Y ¡no para subirse al coche! Segunda novedad reseñable: desde casa, caminando. Qué gusto.
Hemos ido primero a ver la catedral, que se encuentra en una de las islas en el río sobre las que se asienta parte de la ciudad. La catedral genera una sensación ambigua: no estoy seguro de si es original o un simple bodrio (desde el punto de vista estético, quiero decir; con todo respeto a la parte de culto). Al parecer es relativamente reciente -acaba de celebrar su 50 aniversario-, pero la planta, la apariencia, la decoración, parecen simular una antigüedad que no tiene. Los muros de piedras perfectamente rectangulares y de un gris ceniza tienen algo que les hace parecer un decorado de Eurodisney. Tengo la impresión de que, para completar una obra así en la segunda mitad del siglo XX hubiera tenido sentido aplicar criterios más actuales, o cuando menos más sencillos. Eso sí, es impresionantemente grande.
Un perrito (de salchicha local, nada que ver, y con cebolla y 4 salsas, entre ellas una picante y otra dulce), un placaje de quarterback de Carmen a una pobre señora mayor que ha acabado en el suelo (no es broma), una pintita en la terraza de un pub, y mas caminar, que es gratis. Como lo es el conjunto de músicos callejeros que amenizan cada paso.
Hemos bordeado por el puerto para volver a casa, pasando incluso junto a un descomunal barco de exploración oceanográfica, con su minisubmarino amarillo de peli de James Bond incluido. Y de paso por el súper para completar el menú de la especie de comida-merienda-cena que hemos hecho.
Y luego paz. No se puede pedir más.
Mañana vuelve el rock & roll. Nos vemos.
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