Esencia

Dublin - Madrid (fin de trayecto)

Hoy hemos amanecido en Dublín, y nos acostamos en casa. Fin del tercer acto.

Las últimas escenas de la representación han discurrido con normalidad y sin incidentes. Tranquilidad en la organización de equipajes (son unos cuantos ya en estas tres semanas), tiempos holgados hasta la hora en que el taxi nos recogía, y por tanto paz en el paseo de despedida de la ciudad y la comida.


Durante el paseo, un pequeño mural (en la valla de un solar esperando la tramitacion de la licencia de obras) para recordar algunos episodios realmente horribles de este país: los relacionados con el maltrato infantil cuyas víctimas provenían del abandono, muchos desde el nacimiento, y con los abusos sexuales. Un grito en medio del silencio y, según denuncia el propio mural, la permisividad hacia los autores, los que lo albergaron en sus organizaciones o los que simplemente lo conocieron, sin hacer nada. Esto sí es un plato fuerte para los “minutos de la basura”, ¿no os parece?

Fuera de este pequeño seísmo interior, porque no es el tipo de cosa que quieren que el turista vea en su lúdica visita, bastante tranquilidad en el paseo y la comida, bastante buena por cierto en The Merchant Arch.

Pero la paz se va a hacer puñetas cuando uno pisa un aeropuerto. Penosa atención en el mostrador de la línea aérea a manos de un sujeto que parece detestar estar haciendo lo que está haciendo, y no deja pasar oportunidad alguna de transmitírselo al pasajero; agotadora espera para el control de seguidad, esa gratificante experiencia consistente en desposeer a una persona ya bastante humillada (uno va cargando con sus pertenencias camino del matadero) de la poca dignidad que le queda. Algún día un panadero o un farmacéutico exigirá a uno de estos colegas descalzarse y dejarse cachear para conseguir una chapata o un blister de paracetamol.

Una vez pasado el control, suspense sobre la puerta de embarque ¿derecha o izquierda? que matamos en las tiendas (para eso lo hacen). Luego de pronto indican la puerta, y apenas quedan 5 minutos para el embarque; y tras las correspondientes carreras, llegas allí y el avión no ha llegado, pero ¿para qué iban a indicar nada en las pantallas? Finalmente una hora de retraso, nada grave, es cierto. Pero digamos que no dejas de recibir señales que te hacen sentir como ganado.

Finalmente en casa, todo en orden y todos de una pieza. No se puede pedir más.

Han pasado sies años ya desde el blog anterior, y muchas cosas; cosas que precisamente han hecho este nuevo viaje diferente. Pero tras tanto tiempo y tantos cambios, tras 21 días y algunas entradas más, tras 2.400 fotografías y 2.200 kilómetros de carretera (avión aparte), si algo ha quedado claro es que la esencia de vivir el viaje y de contarlo en el blog sigue siendo la misma. Y encima, esta vez dos por el precio de uno.

Ya ha enpezado la cuenta atrás para el próximo...

Nos vemos.


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